Yo ya no soy una montaña rusa cargada de emociones, capaz de elevarme hasta casi rozar el cielo, y en apenas segundos casi rozar el suelo, como si de un precipicio se tratara.
Más bien soy un tiovivo, siempre dando vueltas a las cosas, para llegar al mismo sitio.
Ambas son dos tipos de atracciones, aunque muy diferentes. Pero yo no me refiero a estas atracciones.
A lo que yo me refiero es que si te miro, no puedo evitar sonreír, que si tú estás cerca, nuestros polos opuestos se atraen, y no quiero despegarme de ti. Que si te tengo a unos centímetros de mi cuerpo las mariposas que hay en mi interior empiezan a hacer fila para montarse en esa montaña rusa del inicio de este escrito. Y que si te alejas, mi corazón empieza a latir lentamente para esperar a volver a latir fuerte, para poder regresar a ti, al mismo lugar, en el mismo tiovivo. Dando vueltas y vueltas sin parar, pero esta vez juntos.
30 de agosto de 2015
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