29 de enero de 2016

Las pequeñas cosas superan los grandes horrores.

Todo llega, todo pasa. Ese es el transcurso de la vida.
No te preocupes si hoy tienes un mal día, si hoy has discutido con tu mejor amigo, si hoy te das por perdido.
Todo tiene su fin.
La vida te pondrá a prueba, y tendrás que superar millones de obstáculos.
Bien sea la muerte de un ser querido, una enfermedad, tus propios puñales, o los que te clava la gente, quedando reflejada su envidia.
Muchas cosas te dolerán tanto que te corten hasta la respiración.
Pensaras que será mucho mejor así, porque vivir no tiene sentido.
Pero no todo es negro en el transito que nos lleva hasta la muerte.
En ocasiones hay pequeños brotes de felicidad que nacen de la nada, y que tienes, más bien debes aferrarte a ellos como si de oro se tratasen.
Entonces empiezas a ver la vida de otra manera.
Y te das cuenta de que el resto de colores empiezan a formar parte de tu vida. 
Porque merece la pena vivir por aquellas pequeñas cosas que dan vida.
Y comienzas a apreciar tomarte una taza caliente de café, mirar la infinidad de las estrellas, escuchas tu música preferida, sales a pasar un buen rato con tus amigos, abrazas a tu familia, amas a tu perro, no le das tanta importancia al dinero, ves el atardecer sentado en el sillón...
Y luchas por todo ello, y mucho más.



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